Seguidores

lunes, 28 de octubre de 2013

Maruja desempleada e invisible

¿Cómo me presento? A ver, tengo 38 años, madre, ama de casa, esposa...y desempleada, además de eso, poseo una licenciatura en periodismo, soy fotógrafa, empecé a trabajar en esto de contar historias y noticias con dieciséis años, he cubierto todas y cada una de las fuentes periodísticas, he sido corresponsal de guerra y hasta chica del café (si, eso que hacemos todos cuando somos noveles en esto: aguantar las malas formas y malos haceres de algunos "veteranos"); me reciclé para el sector turístico y he trabajado para varias compañías. Sirvo para un roto como para un descosido: sé bordar, tejer, coser a máquina, sé utilizar un torno industrial, he trabajado en granjas de animales y como peón en las mismas, sé pintar, limpio casas y oficinas, sé cocinar y hacer pasteles. Domino algo de fontanería, hablo inglés, catalán y entiendo y hablo algo de italiano y portugués, actualmente aprendo alemán, soy proactiva y organizada, busco soluciones en vez de fijarme en el culpable del problema...pero aún así, sigo desempleada...e invisible.

     Si: eso, me he vuelto invisible. Una vez que te casas en este país, pierdes visibilidad , una vez que entras aquí, entras en un estado de cosas que te hace perder valía y hasta dignidad y ni hablar cuando se decide tener hijos: es tu expulsión total del paraíso laboral...Es decir: mujer y madre, parece que no es una buena dupla para encontrar trabajo y te convierte en candidata idónea para no existir.
Ahora, en mi situación de absoluta invisibilidad, me he vuelto no sólo ácrata y escéptica de todo y con todos (¡ojo!, no quiero con esto concitar las más bajas pasiones aprovechando mi coyuntural enfado, arrechera suprema, diríamos en mi país de adocpión), sino que en mi total y absoluto karma de rabia, me he sentido impelida a escribir esto después de muchos meses en silencio.

     Me siento enfadada, indignada y, sobretodo, impotente. Sé que mi realidad no dista de las muchas historias que día a día se oyen, cada una y cada cual más cruel y más miserable, pero me resisto a creer que una mujer como yo, sana, en lo mejor de su edad, con experiencia y con disposición a trabajar, se le cierren las puertas laborales. Es justo también decir, que vivo en una insufrible isla de 45 kilómetros de ida y vuelta llamada Menorca, cuyo único encanto son las playas...y los suicidios. Hay aquí una extraña enfermedad que hace que la mayoría de las familias tenga en su haber algún miembro que se haya quitado la vida y quien más quien menos y cada año, se oye algún caso de suicidio (por cierto, tema absolutamente tabú en la prensa). La vida contemplativa de Menorca es absolutamente tediosa e insufrible. Sé que algún menorquín me leerá y me dirá: "pues si no te gusta, coge una avión y te vas". Sí, eso estoy haciendo, pero mientras no tenga empleo poco puedo hacer, porque como no sea coger el coche y tirarme al mar, mal lo tengo...

     En fin, la cuestión, es que aquí hay una suerte de conchupancia en la que los trabajos están repartidos y está quien está y no se quitará de la silla (ni lo quitarán) por muy malo y mediocre que pueda ser en el desempeño de sus labores y por mucho que yo lo haya intentando aquí, ni suerte (y ya ni ganas) me quedan. España es una nación que ha tenido muchas cosas buenas, pero desafortunadamente ha vaciado lo mejor de sí misma y ha dejado lo peor. Lo mejor se esta yendo con una maleta llena de frustraciones, rabia y deudas encima. A españoles de nacimiento y a españoles de adopción, no nos queda de otra (y, por lo visto, no nos quedará otra alternativa en el futuro) que seguir haciendo maletas para encontrar un trabajo que nos haga hacer nuestro nido, un nido que tendremos que dejar semi vacío o vacío, según se tercie y dejar a nuestros cachorros al cuidado de otros para intentar darles lo mejor.

     He sido toda mi vida inmigrante, esta no será la primera vez que haré la maleta, no le tengo miedo al cambio, pero sí me indigna que no se sepa valorar todo lo que he aprendido en mi vida y la fortaleza y ganas que tengo para trabajar. Me indigna de que se me hayan cerrado tantas puertas sin haber siquiera haberme permitido poner a prueba mi valía, me indigna que se me recuerde por las denuncias que he tenido que hacer en este país y los procesos judiciales que he tenido que enfrentar, por los insultos racistas y xenófobos que he padecido un día sí y otro no. Me indigna ir a la oficina de empleo (¡vaya nombre irónico) y comprobar que mi perfil no encaja con nada o, sencillamente, no lo quieren hacer encajar.

     España está cubriendo sus miserias convirtiendo a los ciudadanos en mendigos de segunda que a lo único que pueden aspirar es a una subvención, una ayuda o ir a Cáritas (bendita sea Cáritas, pues sin ella muchas familias no tendrían ni para vestir ni para comer), pues no todos tenemos el ingenio repentino ni una mente superlativa y privilegiada que dé con la idea o el negocio de nuestras vidas. Unos, sólo aspiramos a buenamente poner un plato de comida a la mesa y sentirnos satisfechos al final del día por un trabajo bien hecho y bien recompensado. España es una nación hermosa y fuerte...pero que no ha sabido gestionar su casa.

    No me puedo quitar la palabra "indigno" de la mente, es una constante y está asociada a frustración e impotencia. Para poder aspirar a algo aquí debes mendigarlo, ser maltratada (o parecerlo), ser de un grupo en exclusión (colectivo LGBT, por ejemplo), ser madre soltera, feminista recalcitrante o santurrona de misa y así un largo etcétera...una persona normalita como yo, madre, de mediana edad, dos hijos y casada, con una licenciatura y con la única aspiración de trabajar, se queda fuera de la foto, porque soy invisible: no existo ni para las estadísticas ni para los políticos, sólo soy una maruja quejica que harta de ser invisible, se ha puesto a escribir.

No hay comentarios: