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miércoles, 18 de mayo de 2011

No es el país de mis sueños...

Un reciente estudio del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset ha dejado palpable el malestar de un porcentaje de hijos de inmigrantes que no ven a España como el país ideal para vivir. No especifica las causas de esta conclusión, pero me aventuro a pensar que es por el alto grado de xenofobia y racismo que impera en la sociedad y que el gobierno y sus estamentos con todas sus medidas de falsa integración, no han podido erradicar.
Esta es una triste realidad. El dilema del hijo del inmigrante o del hijo que es arrancado de sus raíces, es altamente negativo y frustrante que se acrecienta con el paso del tiempo y se agudiza aún más si el país recibidor posee una sociedad cerrada al cambio y poco permeable ya no sólo a nuevas culturas, sino también a nuevos rostros.
Recuerdo mi llegada a España hace once años. En España palpé como en ninguno otro país, el gran martillo del racismo primero y la xenofobia después, situación que se agudiza aún más en zonas o regiones pequeñas. Recuerdo cómo la gente de la isla miraba con extrañeza primero, resquemor y asco después, a algunos inmigrantes, sobretodo les llamaba la atención las personas con rasgos indígenas. Es obvio que lo extraño llame la atención, pero lo destacable es el rechazo a cualquier forma de presencia que no sea compatible con sus rutinarias costumbres. Desde luego, este no es un fenómeno exclusivo.
Toda esta circunstancia crea un círculo lesivo que conlleva la falta de integración del inmigrante y el posterior rechazo del nacional por aquél por no hacerlo. El gobierno español ha llevado a cabo medidas y acciones destinadas a fomentar no sólo la integración sino la comprensión y la flexibilidad por parte de los ciudadanos hacia estos nuevos y drásticos cambios demográficos, cuyos orígenes se encuentran en el enquistamiento de la miseria, la violencia y la corrupción política de sus países de origen. Tras la búsqueda de mejores formas de vida, se ven empujados los inmigrantes a salir de sus países. La realidad golpea inequívocamente y acometer este fenómeno con la frase fácil "yo no soy racista, pero..." es suprimir la verdadera razón: El negacionismo del racismo y la xenofobia es un arma políticamente correcta en España.
A tenor de las elecciones municipales y autonómicas recientes, los inmigrantes vemos con mucha preocupación el crecimiento de partidos xenófobos en algunas poblaciones, como es el caso de Salt en la comunidad catalana y otros ayuntamientos más de la misma región. No es difícil ver que el crecimiento de estos partidos legales es el reflejo de lo que se ve en la cotidianidad. Muchos nos preguntamos, si las tornas giraran y España, un país que ha sido siempre exportador de inmigrantes, sufriera nuevamente una crisis tal, que como otrora, tuviera que salir esa mano de obra que emigró hace años y se instaló en muchas partes del mundo. Sólo me preguntó, con qué argumento jugarán esta vez, para justificar su comportamiento hacia lo diferente, lo lejano y hacia todo aquello que ellos consideran miserable.

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